2ª SEMANA DA RADIO

lunes, 17 de febrero de 2014

Rosalía de Castro: obra digitalizada

En el siguiente enlace encontraréis la obra de Rosalía digitalizada por la Biblioteca Nacional de España.

http://bdh.bne.es/bnesearch/Search.do?text=&field1val=%22Castro%2c+Rosal%C3%ADa+de%22&field1Op=AND&numfields=1&exact=on&advanced=true&field1=autor&language=esEn

Pegad el enlace en el navegador y a disfrutar de la obra de esta poetisa universal.


Rosalía de Castro: O Día das Letras Galegas

No está confirmada la fecha exacta de la publicación de Cantares Gallegos, pero se toma como tal la fecha expresada por Rosalía en la dedicatoria del poemario a Fernán Caballero, firmada el 17 de mayo de 1863.
A principios de los años sesenta, Francisco Fernández del Riego propuso la institución de una celebración anual que potenciase la lengua gallega, al estilo del Día del Libro que se celebraba en España con motivo del aniversario de la muerte de Cervantes, el 23 de abril. Inmediatamente pensó en situarla en la fecha de publicación de Cantares Gallegos, por su significado en el renacimiento de la literatura gallega. Tras proponerlo, la Real Academia Galega aprobó en 1963 convocar el Día das Letras Galegas el 17 de mayo de cada año, celebrándose ese mismo año en honor de Rosalía.

Rosalía de Castro: Cantares Galegos

Cantares Gallegos es una obra poética de Rosalía de Castro (1837-1885) publicada en 1863, en Vigo
Primeira edición
Fue el marido de Rosalía, Manuel Murguía, quien gestionó, sin el permiso de su mujer, la publicación de este poemario que fija el comienzo de una nueva etapa para la poesía gallega.
En el prólogo, la autora confiesa su idea de desarrollar las cantigas populares gallegas emulando el Libro de los cantares de Antonio Trueba, pues su quehacer poético está constituido por glosas de cantares o dichos populares. Así pues, todos los poemas, excepto dos (Campanas de Bastabales y Como chove Miúdiño), son glosas de cantares, procedimiento este que también aparecerá, aunque con poca relevancia, en Follas Novas. Algunas glosas están escritas en metros populares ("Miña casiña"; "Vivir para ver"; "¡Padrón...!, ¡Padrón!"...) y otras no ("Cada cousa no seu tempo"; "Eu por vos"...).

Todos los críticos consideran que Cantares Gallegos supera los riesgos de la paráfrasis, manteniendo el encanto de la copla glosada sin convertirse en un texto inexpresivo.

Composición.
El libro esta enmarcado entre los poemas 1 y 36, que son prólogo y epílogo. Rosalía los pone en boca de una alegre muchacha campesina que es solicitada para que cante a Galicia en lengua gallega, y al final se excusan modestamente por la falta de gracia de su canción. Rosalía cede la palabra a esta muchacha cantora la cede a su vez a distintos tipos populares de los que se pueden distinguir hasta 3 yoes superpuestos: el yo del personaje que hable, el de la muchacha cantora y el yo de Rosalía.
El tema amoroso puede desarrollarse mediante el dialogo del galán y la niña, y así ocurre en los poemas 4, 26 y 27. También son diálogos, pero no de amor los números 3 y 5. Hay un grupo de poemas de costumbres, humos y sátira que aveces son claramente monologados, y otras pueden ser considerados como expresión directa de la autora o de su pálida intermediaria. Formamos este grupo con los números, 6, 7, 8, 13, 16, 20, 21, 24, 30, 32 y 34. Importancia capital para la significación del libro tiene unos poemas de carácter social, números, 15, 17, 18, 28 y 29 puestos en boca de diversos personajes distintos de Rosalía, excepto el 28 donde Rosalía responde sin disfraz alguno a Ruiz Aguilera. La "Alborada", 35, único poema que no se apoya en letra alguna, resulta por eso extraño a la economía de los cantares. No supone ningún yo ficticio como soporte vocal. Parece no estar regido por ninguna razón estructural.

Métrica.
En los cantares hallamos manifestaciones de dos sistemas métricos distintos: el puramente rítmico, basado en la acentuación y el fundado en el cuento de las sílabas. Pertenecen en principio al primero los composiciones números, 1, 27, 30, 32, que utilizan el verso llamado de muñeira. Dentro del sistema de sílabas contadas dominan las formas populares de arte menor: romances de versos de 8, 7, 6 y 5 sílabas; cantar popular; triadas y seguidillas.

Lengua.
La lengua gallega había dejado de ser una lengua literaria y se había reducido al uso oral. En los documentos oficiales también había ido dejando de emplearse, no por imposición del castellano como lengua oficial, sino como consecuencia de la invasión del país por la nobleza forastera. Con la intervención de la potestad real para poner fin a las luchas feudales, se acentúa la presencia en Galicia de autoridades y escribanos castellanos. El idioma que tenían a su disposición los iniciadores del Renacimiento romántico era una lengua dialectal empobrecida. En esa lengua, escribió Rosalía es una lengua viva pero no pura, influida por el castellano.

Intención.
Los cantares gallegos no fueron escritos con una finalidad puramente estética ni siquiera son producto de una mera actitud sentimental o nostalgia ante el país nativo. La intención que persigue la autora es la apología de su tierra y de su lengua. Se propone demostrar, que el paisaje y las costumbres de Galicia son encantadores y que su idioma no es el que groseramente parodian.
  
Critica.
La crítica, española y extranjera, ha aceptado unánimemente los Cantares como una obra maestra. Las reservas que en determinados momentos suscitaron Follas novas y En las orillas del Sar, o el olvido en que fueron envueltas las novelas de nuestra escritora no alcanzaron nunca a la obra que estamos estudiando.
Si los cantares adquirieron enseguida, y mantuvieron siempre su posición de libro clásico dentro de la literatura gallega, no es menos cierto que la evolución de las ideas literarias acabó por invertir, el orden de valoración de las obras de Rosalía, colocando su lírica subjetiva en un plano de interés más elevado y alejando los Cantares de la atención crítica. Los Cantares se incuban en el clima del realismo naciente, aún no desprendido de un cierto realismo romántico. Este clima persistió en la literatura gallega hasta el final de la primera guerra mundial. Rosalía proyectaba sus cantares gallegos como el reflejo poetizo de su tierra. El libro nos presenta con gran riqueza la vida aldeana, que Rosalía conocía muy bien. Los cantares no son fundamentalmente lírica sino más bien épica, una epopeya popular de ambiente, con héroes populares individuales que reflejan diversas facetas del héroe que es le Galicia campesina. Se trata de una épica democrática, de la que esta proscrita la clase señorial.

I
Has de cantar,
meniña gaitera;
has de cantar,
que me morro de pena.
Canta, meniña,
na beira da fonte;
canta,daréiche
boliños do pote.
Canta, meniña,
con brando compás,
daréiche unha proia
da pedra do lar.
Papiñas con leite
tamén che daréi;
sopiñas con viño,
torrexas con mel.
Patacas asadas
con sal e vinagre,
que saben a noces.
¡Que ricas que saben!
¡Que feira, rapaza,
si cantas faremos...!
Festiña por fora,
festiña por dentro.
Canta, si queres,
rapaza do demo;
canta, si queres;
daréiche un mantelo.
Canta, si queres,
na lengua que eu falo.
Daréiche un mantelo.
Daréiche un refaixo.
Co son da gaitiña,
co son da pandeira,
che pido que cantes,
rapaza morena.
Co son da gaitiña,
co son do tambor,
che pido que cantes,
meniña, por Dios.
II
Así mo pediron
na beira do mar,
ó pe das ondiñas
que veñen e van.
Así mo pediron
na beira do rio
que corre antre as herbas
do campo frorido.
Cantaban os grilos,
os galos cantaban,
o vento antre as foias
runxindo pasaba.
Campaban os prados,
Manaban as fontes
antre herbas e viñas,
figueiras e robres.
Tocaban as gaitas.
Ó son das pandeiras
bailaban os mozos
cas mozas modestas.
¡Qué cofias tan brancas!
¡Qué panos con freco!
¡Qué dengues de grana!
¡Qué sintas! ¡Que adresos!
¡Qué ricos mandiles!
¡Qué verdes refaixos!
¡Qué feitos xustillos
de cor colorado!
Tan vivos color

Murguía fala de Rosalía

Dixo de Rosalía o seu home, Manuel Murguía:



"Una verdadera noche reinaba en el cielo literario de Galicia. Los soldados andaban dispersos, los combates eran imposibles. De todo aquel rumor, de todas aquellas esperanzas nacidas al calor de la revolución de julio, no quedaba más que un eco, una esperanza que vivía y se manifestaba en las columnas de El Miño, el periódico que de una manera más decisiva influyó en los destinos de nuestro país. En él se había refugiado cuanto conservábamos de vivaz y fecundo, en él se reflejaba el espíritu de una generación que parecía haber traído al mundo como única tarea la de crear una nueva Galicia y fecundar los gérmenes de vida que este pueblo encierra. ¿Se perseguía un imposible? No es fácil decirlo, aunque por mi parte aseguro que nadie creía semejante cosa. Tenían fe en la virtualidad de su obra: creían en sus milagros. El intentar la regeneración a que se aspiraba, era una prueba de que se iba a algo sólido y durable. No se quería morir sin haber combatido en aquel especialísimo torneo, en que la dama de nuestros pensamientos era la pequeña patria. Y pues todo lo que vive se resiste a la muerte, se aceptó la lucha, como una prueba de que aún vivíamos.

Cada uno escogió su puesto, y nuestra escritora, que, como la mujer gala, seguía a los suyos al combate, conociendo que podía ayudarles, se colocó resueltamente en las primeras filas.

Como medio más eficaz de volver a la vida a un pueblo que a fuerza de desgracias apenas sí tenía conciencia de sí mismo, tratábase por todos de penetrar en sus limbos, iluminarlos con aquella luz necesaria, para que cuanto nos pertenece tomase cuerpo y fuese visible a los ojos de los demás. El pasado con sus sombras, el presente con sus dudas y desalientos, cuanto había sido Galicia, cuanto lo era todavía, o podía serlo, nos pedían una mirada y un pensamiento. Sentiamos como por instinto que antes de nada era preciso rehabilitar el país gallego, realizar sus esperanzas y traducir en hechos lo que aún no había podido pasar de la categoría de tentativas más o menos afortunadas. Esta dirección puramente provincial, no era en verdad cosa nueva, pero tomaba en nuestras manos mayor fuerza. Por más que pusiésemos en ello nuestra alma y nuestra sangre, otros antes habían querido lo que nosotros: no era la primera vez que se perseguían tan nobles ideales, prueba de la vitalidad de los pensamientos que nos animaban. Si antes no se habían realizado, era porque había faltado la unidad en los trabajos, y una más clara noción en todos de la obra emprendida. Así resultó estéril, pues sólo podía ser fecunda siendo completa.

Las nuevas corrientes tenían por lo tanto mayor eficacia, pues se dirigían a un fin, claro, definido, concreto. Consagradas por el éxito, alentadas por el doble interés de la curiosidad y cariño con que eran recibidas por el país, se comprende que, pues la empresa era aceptada, fuese más fácil. Todos querían poner su piedra en el templo que se levantaba y aportar a la obra común su esfuerzo o su sacrificio.

Nunca por lo tanto se sentían más vivamente esos deseos, ni tomaban más cuerpo, ni eran más firmes tan nobles propósitos, como cuando, lejos de la patria, y en medio de las soledades castellanas, se pensaba en los campos paternos y se creían ver los horizontes que los limitan. Así era, que entre los ausentes se hablaba de ellos como los profetas super flumina Babilonis. Pensad ahora qué pasaría en el corazón de una enferma joven y sola, que habiendo dejado en Galicia a la madre y a la hija, se sentía de nuevo languidecer y morir bajo el cielo para ella siempre inhospitalario de la España central.

Era una templada tarde de los primeros días de la primavera castellana. El sol iluminaba la vasta extensión, el aire era puro y tibio, apenas se le sentía pasar como un suspiro. Las plantas en germen exhalaban los aromas que anuncian los hermosos días: el cielo era claro y trasparente, el temple suave, los horizontes dilatados; sólo faltaban para animar aquel cuadro los árboles, nuestros amados árboles, las ondas cristalinas, los perfumes de los prados y sus verdes intensos, los ruidos de que están poblados los valles y las colinas gallegas. Nos rodeaba la desolada estepa, sin una sinuosidad que rompiese la línea igual y extensa, sin más tonos que los calientes y enteros propios de aquellas llanuras. Sólo allá, al fondo, el viejo Guadarrama, en cuya cima blanqueaba la nieve, recortaba el horizonte que los últimos rayos de sol encendían y hermoseaban.

Contemplando este cuadro, y recordando en presencia de semejantes esterilidades, la exuberancia de los campos gallegos, sintió nuestra escritora la necesidad de escribir y publicar un libro en que se reflejasen con toda su poesía y pureza, los paisajes y la vida entera de la gente de nuestro país. Y queriendo romper con cuanto le rodeaba y le era tan poco acepto, prometiese a sí misma escribirlo en lengua materna. Y aquella misma noche, presa el alma de las profundas tristezas de quien, sin tocar en sus veinticuatro años, se creía ya con un pie en el sepulcro; sospechando que ya no volvería a ver de nuevo el cielo de la triste Compostela, bajo el cual le aguardaban, trazó con mano rápida y con la brevedad de la improvisación, aquellos versos tan tristes y tan hermosos que llevan por glosa la canción popular más en consonancia con el estado de su espíritu, Adiós ríos, adiós fontes, versos que vieron entonces la luz en El Museo Universal.

Tal fue el origen de un libro que tan especial influjo ejerció en la literatura gallega contemporánea. Hijo del exaltado amor del país, concebido en hora de la más honda melancolía, reflejó en sus páginas algo de lo inocente y juvenil de un alma que no había vivido aún y la amargura de los que no esperan vivir muchos días y están perpetuamente con un pie en lo insondable.

¡Ella como ningún otro!... porque preparándose a acometer su empresa, sintió que se recrudecían sus males y que se hallaba más cerca que nunca del sepulcro. Tal vez deseaba ya penetrar en sus tinieblas y que acabasen para siempre las incertidumbres que la tenían constantemente esperando su fin. Tal vez ansiaba aquel momento en que, como al irlandés que sucumbe en las soledades del Nuevo Mundo, se le dijese al enterrarla:

-¡Ea! ¡vuélvete a Galicia! ¡vuélvete a tu patria!

Porque lo cierto era que lejos de su tierra se sentía acabar sin remedio.

Fue, pues, necesario volver al país. Sólo los aires natales podían salvarla. Y en su busca vino confiada, cuando todos creían que ya no vería caer más hojas que las que empezaban a brotar en los árboles de las avenidas, gratas a su corazón y a sus ojos, tan pobladas para nosotros de los más dulces y santos recuerdos. Mas ¡ay! que otras cosas queridas vio caer antes para no levantarse más, pues a poco de llegar a su casa, su madre murió de golpe en sus brazos y cuando menos lo esperábamos. Aquel corazón, herido por tantas ausencias, quebrose al fin al peso de los antiguos sufrimientos. Dios no quiso negarla el supremo favor de que la hija más que amada, estuviese a su lado para recoger su último suspiro y la mirada postrera.

Este dolor de los dolores fue para ella profundo e inapagable. Como Leopardi, podía decir también, "que el mal que la habla privado del uso de la vida, no le daba siquiera la esperanza de la muerte", pues ni llegaba el consuelo, ni el olvido era posible, ni acababa de romperse el frágil vaso de su existencia. Al fin triunfó la juventud y gozó algunas horas de paz; mas apenas sí dirigía a sus sueños de otros días una mirada indiferente. El proyecto que abrigaba de consagrar a Galicia las primicias de su musa, podía darse por abandonado, pues nunca como entonces se sintió más dispuesta a sepultarse por completo y para siempre en la oscuridad del hogar y vivir en sus apacibles quietudes. No abrigando deseo alguno de gloria, ¿para qué escribir?, se decía. Y en verdad que para interrumpir aquel hondo silencio, para dar vida a los muertos de entonces, parece como que se necesitaba algo más que la voz de una mujer y los acentos de una musa doblemente femenina.

Pero fue así. Impreso el primer pliego de los Cantares, sin que de ello tuviese noticia, viose obligada a escribir el resto del libro a medida que las cajas demandaban original. Aprisa, sin dar tiempo a que secasen las cuartillas, sin corregir ni leer al día siguiente lo escrito la víspera, fecunda, abundante, espontánea sobre toda ponderación, fue dando, hoy una, mañana otra, la mayor parte de las composiciones que forman aquel pequeño volumen. De un solo golpe y casi sin levantar la pluma del papel, escribió las sesenta octavas del Cuento de Vidal. Pastor Díaz, a quien la muerte no permitió escribir las páginas que debían precederles, aseguraba no haber leído nada más corriente, ni más puro, que aquellos versos. Añadía, que se complacería en decirlo así. Que le agradaba aquella nueva aurora y aquel fresco aire de la patria, que venía encerrado en las estrofas más completamente populares a hablarle de los floridos campos de Galicia. Que así como al frente de las poesías de Zorrilla había hecho la defensa del romanticismo -por él inaugurado antes, en su celda de colegial- haría el elogio del movimiento provincial, que tantas cosas nuevas traía a la superficie, que tantas y tan nobles revelaciones hacía y del cual había tenido, así como una visión y un presentimiento. Porque aquel gran hombre de Estado, a quien no agradaba la unidad de Italia, casualmente porque rompía tradiciones y deshacía pueblos, aseguraba que las provincias españolas estaban destinadas -por la gran diversidad de su sangre- a reconstruirse y recobrar su fisonomía en un período no muy lejano. Contra lo que algunos espíritus superficiales aseguran, sostenía que la tendencia a crear la pequeña patria es lo que ha de salvar de un completo aniquilamiento a cuanto hay de vital en los pueblos europeos. Es lo único vivaz y original que posee la sociedad moderna, atacada como ninguna otra, del mal nivelador de la unidad y de la centralización.

Pero lo que más le agradaba era ver escrito el libro en aquel dulcísimo dialecto que había hablado en su niñez. Ponderaba sobre manera hallarle despojado de las voces bárbaras y giros os prosaicos con que tantos mancharon la lengua y la poesía gallega. Los versos cadenciosos y fáciles se hermanaban al fin con una dicción propia y sin afectación ni pretensión alguna, tan conforme con la índole de los asuntos y que se parecía a la corriente de un río, cuando arrastra con rapidez lo que se confía a sus ondas. Hasta entonces nadie había hablado nuestra lengua con más pureza ni mejor acierto. Nuestro idioma salía de sus labios completo y hecho, tanto que si los cantares populares que glosa no fuesen en bastardilla, nadie sabría distinguirlos de los que se debían a su inspiración. He aquí la verdadera piedra de toque en que se ha de avaliar lo castizo de su lenguaje, no empleado todavía en la producción literaria. El día en que un completo conocimiento de la poesía popular haga posibles tales comparaciones, se verá que nuestra escritora, no sólo tenía el instinto, el candor y la expresión de los sentimientos populares, sino que hablaba la lengua de su pueblo, con la misma sencillez y afecto que nuestro perdido cancionero.

Rosalía de Castro ¿Hizo bien en emplear el gallego en un libro destinado a describir los paisajes, las costumbres, las supersticiones, en una palabra, las cosas de Galicia y de sus gentes? Hay quien lo duda, por creer la cosa hija de un pasajero capricho y no de un movimiento reflexivo; porque se piensa que el empleo de los dialectos es un retroceso; porque se teme a cuanto habla a la provincia de lo que ha perdido, y en fin, porque hay muchos que no les importa sacrificar al Moloch moderno, la centralización, estas pequeñas agrupaciones al parecer tan insignificantes y estériles, que teniendo una historia, una ley, una lengua y una raza, conservan todavía todos los elementos constitutivos de un estado. ¡Además se habla de la patria! ...

 Con sólo recordar, que entre todas, la idea y noción de la patria es la menos susceptible de una verdadera definición, queda indicado cuan difícil será dar a entender con la claridad -debida, lo que sea semejante entidad. Fijando la mirada en el sereno horizonte, viendo cómo tiemblan al paso del viento los sauces que crecen a orillas de su río, y cómo la pequeña colina cierra el paso a los hombres y a los rumores lejanos, el campesino -como el cruzado que a cada ciudad que veía preguntaba a su amo: "Señor, ¿no es esta Jerusalen?"- abarcando con una mirada los límites de su aldea, puede preguntarse: -¿No es esta mi patria?

Pues bien, a despecho de todo, eso se dicen hoy las provincias, y muy en especial las de lenguaje propio; lo mismo en España que en Francia, en Italia que en Austria, en Rusia que en Inglaterra. El poeta, que es siempre el que anuncia la buena nueva y consagra sus triunfos, no se niega a la resurrección de esos pueblos, no muertos sino olvidados, antes la inicia, la proclama y santifica, poniéndose al servicio de tan nueva causa. ¡Novus rerum nascitur ordo! se dicen, repitiendo las proféticas palabras de su maestro Virgilio.

No hizo otra cosa nuestra autora, herida por las injusticias de que era víctima su país. A su voz de inspirada, hizo surgir cuanto era de Galicia y recobrar su antiguo predominio. Lo popular, lo primero: ¿y qué más propio y más íntimo que sus sentimientos y su lengua? La que tan joven fue ensalzada por haber refrescado la poesía en las purísimas ondas de la inspiración popular, y abierto a la lírica española un nuevo camino , ¿por qué se la ha de negar el derecho de levantar de su postración el habla materna y colocarla a la altura de una lengua literaria? ¿Se entiende acaso que todos son, a poco que lo intenten, capaces de llevar a cabo tan grandes, tan gloriosas resurrecciones?

Se dijo de los Cantares que si los poetas se agrupasen por familias, su autora debía formar al lado de Roberto Burns, en la de los poetas populares: y cuanto fue cuestión de Follas Novas, sefíalóse su parentesco con H. Heine. ¿Hay en ello contradicción? No en verdad. Cada libro pertenece a una época de su vida y responde a un estado de su espíritu. En el primero, lo objetivo llena y alimenta unas páginas consagradas por completo a la descripción del país y a ser la fiel expresión de las costumbres y sentimientos de su gente. En el último, lo subjetivo recobra todos sus derechos y se muestra tan poderoso, que mereció por ello ser considerada como un insigne poeta lírico, y en especial como un gran elegiaco. Pero en uno y otro libro resulta una personalidad y se ve un fin. Completándose, dan realizada la obra de redención que se propuso la autora, por mas que ya en los Cantares se halle resuelta.
Y en verdad que sin la precipitación con que fue escrito este libro, cegadas ciertas lagunas  y dispuestas y enlazadas las composíciones de un modo tal que formasen un todo correlativo, como así lo había pensado, hubiéramos tenido desde entonces un afortunado equivalente de Mireya, sin la monotonía que imprime a esta obra la combinación métrica usada por el poeta de la Provenza y sin los inconvenientes de una acción a cuyo relieve y movimiento se sacrifican a veces detalles y rasgos, que no está bien pasar en silencio cuando se trata -de dar a conocer el elemento poético de un pueblo cualquiera. Por fortuna, pudo bien pronto completar y terminar en Follas Novas la obra intentada, y esto con tal fuerza y de un modo tal, que hasta en las poesías más personales y en que los sentimientos de la autora se presentan con toda su energía y exclusivismo, ha podido ver la crítica un modo delicado y nuevo de contar las penas que afligen a Galicia y su gente campesina. ¡De tanta vida están dotadas las ardientes estrofas, y de tal modo el poeta ha sabido confundir y amalgamar sus propios sentimientos y dolores con los de la región cuyas bellezas describe y cuyas desgracias cuenta!

El éxito alcanzado por los Cantares fue grande, en especial fuera del país para el cual habían sido escritos. Todavía dura, pero más que en otro sitio en Cataluña. Diríase que era un libro suyo. Sus críticos le dedicaron extensos artículos, sus poetas tradujeron la mayor parte de las composiciones. Era natural que así sucediese. Iniciábase para Galicia en los Cantares el movimiento que allí estaban llevando a cumplido término. Era un soldado que venía a combatir en sus filas: ya no se podía decir que sólo de labios catalanes salía la protesta.

Las múltiples y entusiastas felicitaciones que con tal motivo recibió de aquella tierra de hombres libres, contrastaban dolorosamente con los profundos silencios de otras gentes.

Vano era el indisputable triunfo, inútiles los aplausos recogidos bajo otros cielos. El desencanto la hubiera ganado, hubiera dudado de su obra y de sí misma, si no estuviera convencida de que habían de pasar años, antes que la semilla arrojada en el surco, pudiese germinar, crecer ondular al paso de los vientos propicios y por fin madurar la espiga a los rayos de un sol de libertad".


Manuel Murguía

Rosalía de Castro: Obra


La flor (1857). Madrid: Imprenta M. González.Publicado no mesmo ano ca Les fleurs du mal de Baudelaire, é o primeiro poemario dunha Rosalía de vinte anos. Aínda que nunha retórica distinta sen substrato social, aí están xa concentrados algún dos principais motivos literarios: a muller traizoada, a perda irreparábel… esa flor seca, murcha, de cemiterio.
 
“Lieders” (1858). En El Álbum del Miño. Vigo.Trátase dun texto breve e con xeitos de manifesto, e de manifesto feminista, no que a autora fai un canto á igualdade da muller, á independencia e á liberdade: “Yo soy libre. Nada puede contener la marcha de mis pensamientos y ellos son la ley que rige mi destino”

La hija del mar (1859). Vigo: Imprenta de J. Compañel.
Ambientada na paisaxe da Costa da Morte e de Muxía, trátase dunha novela moi imaxinativa onde a desolación das personaxes, vítimas de complicados e apaixonados conflitos sentimentais e con especial protagonismo feminino (Teresa e Esperanza), están proxectadas no marco xeográfico, descrito como áspero e deserto.

Flavio (1861). Novela publicada por entregas en Crónica de ambos mundos. Madrid.
Novela ambientada na Terra de Iria (o seu título sería un claro índice) na que os conflitos da paixón entre Mara e Flavio están enmarcados noutras tensións de carácter social (entre o primitivo e mesmo medieval e rural co moderno, capitalista e rural) nas que a paisaxe ou a identidade teñen tamén o seu teatro. A frase inicial é ben significativa a este respecto: “La verdadera patria del hombre es el mundo entero”.

A mi madre (1863). Vigo: Imprenta de Juan Compañel.
Conxunto de catro poemas longos escritos inmediatamente despois da morte da nai, María Teresa de Castro y Abadía (1804-1862), figura figura clave na biografía da autora e cuxa estirpe cantou tamén no célebre poema “Como chove miudiño”.

Cantares gallegos (1863). Vigo: Imprenta de Juan Compañel.
Primeiro libro integramente en galego que marca o inicio do denominado Rexurdimento pleno. Asociada á lírica e á esfera popular, a autora utiliza esta dimensión para desenvolver unha alegoría nacional sobre a dignidade de Galicia (a cultura, a lingua e a paisaxe) e a súa épica (a emigración). Non menos importante é a expresión dun afouto pensamento crítico, especialmente social e feminista.

“Contos da miña terra” (1864). En El Avisador. A Coruña.
Trátase dun conto no que Rosalía emprega a mesma estratexia ca en Cantares gallegos. A partir dun conto popular misóxino, coñecido xa na antigüidade clásica, revira a misoxinia do mesmo cara a unha dimensión feminista. A viúva agora é vítima de desvalemento e miseria, máis que por causa da morte do seu home, polas regulamentacións legais discriminatorias.

“Las literatas. Carta a Eduarda” (1866). En Almanaque de Galicia. Lugo.
Texto feminista formulado a través do xénero epistolar no que a autora, partindo de reflexións feitas a partir da experiencia propia, explica as difíciles circunstancias que padecen as mulleres escritoras, as “literatas”, sometidas a constantes incomprensións, burlas e menosprezos, nun mundo de escritores.

“El cadiceño” (1866). En Almanaque de Galicia. Lugo.
Estampa costumista protagonizada por unha personaxe-tipo na que Rosalía satiriza un emigrante a Cádiz. No seu regreso é retratado coma un botaporela, coma un monicreque renegado, caraterística especialmente remarcada pola caracterización lingüística que del fai a autora.

Ruinas (1866). Novela publicada por entregas en El Museo Universal. Madrid.
Novela protagonizada por tres personaxes situados arredor de dous mundos sociais en conflito: o do Ancien Régime e o do incipiente capitalismo. Tema singularmente presente en toda a obra a través da imaxe das ruínas, evocada desde múltiples ópticas, e asociada á modernidade e ó progreso.

El caballero de las botas azules (1867). Lugo, Imprenta de Soto Freire.
Considerada como a máis lograda novela de Rosalía, trátase dun diálogo e dunha peregrinación polo Madrid do seu tempo. A enigmática figura do cabaleiro convértese nun instrumento crítico coa sociedade e coa literatura da época. Novela de novelas, o seu realismo é dunha textura descoñecida naquela altura.

Follas novas (1880). Madrid – La Habana: La Ilustración Gallega y Asturiana – La Propaganda Literaria.
Obra que mantén certa dimensión popular de Cantares gallegos e que avanza en varios aspectos da épica galega da emigración, agora centrada totalmente nas mulleres (viúvas de vivos e mortos), pero especialmente tamén no mundo interior e subxectivo, onde reinan motivos coma o da negra sombra. A metapoesía e as posicións sociais avanzadas complementan unha obra de total radicalidade.

Campás de Bastabales
El primer loco. Cuento extraño (1881). Madrid: Imprenta y Librería de Moya y Plaza.
Trátase dunha narración novelesca moi en sintonía coa subxectividade de Follas novas e ambientada nunha referencia xeográfica deste libro de poemas: a Compostela dos barrios, en concreto Conxo. Nese marco atopan escenario as ansias e angustias de Luís en relación a Berenice, o misterio, a fantasía e a loucura.

“El domingo de Ramos” (1881). Apéndice de El primer loco. Cuento extraño.
A súa disposición editorial como apéndice de El primer loco crea vínculos temáticos entre a deforestación denunciada na novela anterior e o costume relixioso de iren as mozas con ponlas, de oliveira especialmente, á procesión do domingo de Ramos: a natureza destruída ou rexenerada pola man do home.

“Padrón y las inundaciones” (1881). Catro entregas en La Ilustración Gallega y Asturiana.
Artigo asinado nas Torres de Hermida de Lestrobe, espazo biográfico de primeira magnitude en Rosalía, como nel se confesa, fai unha descrición das sucesivas cheas que durante un inverno provoca o Sar na veiga de Padrón, observadas desde as fiestras do pazo, ó tempo que reclama solución para esta continua cruz que padecen os seus habitantes.

“Costumbres gallegas” (1881). Artigo de catro capítulos publicado en dúas entregas en Los Lunes de El Imparcial. Despois de cantar as excelencias de Galicia e das súas xentes, especialmente acolledoras, a autora acaba describindo un costume da Galicia costeira, moi arcaico segundo ela, equivalente á prostitución hospitalaria ou doméstica, que implicitamente é unha denuncia do uso da muller coma préstamo sexual.

En las orillas del Sar (1884). Madrid: Tipografía de Ricardo Fe.
A liña de achegamento progresivo entre o suxeito da enunciación e o eu autorial alcanza o seu punto culminante nesta obra de aceirado realismo. Xa non hai pantallas nin cortinas. Continúa a épica da emigración, pero agora faise máis dura a simboloxía nacional en “Los robles”. A perda, o fracaso, o pesimismo, tanto persoais coma comunais, enchen un libro que é colofón extraordinario a toda unha vida e a toda unha obra.


Información sacada de :

http://rosaliadecastro.org/  páxina de FUNDACIÓN ROSALÍA DE CASTRO

Rosalía de Castro: biografía

A vida de Rosalía é unha historia realmente apaixonante, chea de interese histórico, cultural e intelectual. O seu relato é enteder desde a perpectiva dunha rapariga filla de nai solteira e fidalga as claves sociais do seu tempo; é asistir en primeira fila como moza, en Santiago, e en Madrid, a un proceso de formación rico e complexo; é seguirlle os pasos, en Vigo, na Coruña, en Lestrobe… á súa densa creación literaria e mais ao proxecto que acabou orixinando a Galicia dos nosos días. Hoxe as investigacións biográficas sobre a súa figura supuxeron claros avances no debuxo dos seus principais perfís. Aínda así, continúa a ser un reto estudala e explicala na súa totalidade e na súa complexidade.

Naceu en Santiago de Compostela o 24 de febreiro nunha casa do Camiño Novo (hoxe Rosalía de Castro). Filla de María Teresa de la Cruz de Castro y Abadía (1804-1862) fidalga vida a menos, e do sacerdote José Martínez Viojo (1798-1871). Bautizada na capela do Grande Hospital Real (hoxe Hostal dos Reis Católicos). Actúa de madriña María Francisca Martínez, criada da nai. O presbítero consigna na partida: “María Francisca Martínez…fue madrina de una niña que bauticé solemnemente… llamándola María Rosalía Rita, hija de padres incógnitos cuya niña llevó la Madrina y va sin número por no haber pasado por la inclusa”
Non se pode probar en que fogar -ou fogares- viviu antes de outubro de 1842. Na tradición da familia paterna asegúrase que foi coidada –sen precisar datas- polas tías María Josefa e Teresa Martínez Viojo na parroquia de Ortoño, na casa onde nacera seu pai, denominada Castro de Ortoño (lugar de Tarroeira).
Casa de Rosalía
Consta que en 1842 vivía coa súa nai en Padrón, nunha casa da Rúa do Sol (hoxe Xoán Rodríguez do Padrón), xunto con súa nai, dona Teresa de Castro e Abadía, e a criada María Martínez. En 1850 trasládase con súa nai a Compostela, onde participa nas actividades do Liceo de la Juvendud como actriz.
1851-1855: Reside coa súa nai en Santiago (Bautizados, 6). É probable que estivesen Compostela desde 1847. En 1854 protagoniza Rosamunda de Gil y Zárate no Liceo de la Juventud de Santiago.
1855-1856: Reside coa súa nai en Padrón, aínda figurando empadroadas no ex convento de San Agustín (Santiago de Compostela), sé do Liceo de la Juventud.
1856-1858: Viaxa en abril de 1856 a Madrid. Residirá na casa da súa tía María de Castro (Ballesta, 13).
1857: Publica o seu primeiro libro, o poemario ‘La Flor’ (Madrid) no xornal La Iberia. Suscitará unha benévola reseña de Murguía.
1858: O 10 de outubro casa con Manuel de Murguía en San Ildefonso de Madrid e publica a súa primeira novela: ‘La hija del mar’. Comeza unha vida itinerante: Madrid, Santiago, Lestrobe, A Coruña… O matrimonio terá sete fillos. Tamén publica un manifesto feminista: “Lieders”.
1859: Primeira novela, ‘La hija del mar’ (Madrid/Vigo). Nace a primera filla, Alejandra, en Santiago (Conga, 1). Apadríñaa o político Alejandro Chao. Finará en 1937.
1860: O 31 de xaneiro intervén como actriz en Santiago, nunha velada teatral a beneficio dos soldados feridos na guerra de África.
1861: Reside algún tempo en Madrid. Primeiro poema en galego, o que glosa o cantar “Adios ríos; adiós fontes” (El Museo Universal).
Publica por entregas ‘Flavio’, ambientada na Terra de Iria.
1862: Morre súa nai en Compostela de xeito repentino. Rosalía estaba naquel momento vivindo con ela.
1863: Domicilio en Santiago, Mercado Vello 7 -2º (hoxe Praza da Universidade, 4).
Publica ‘A mi madre’ e ‘Cantares gallegos’, obra considerada clave no Rexurdimento literario de Galicia (Vigo, Juan Compañel).
1864: Publica o seu único conto en galego coñecido baixo un título que supón un proxecto máis amplo: “Contos da miña terra”.
Os seminaristas de Lugo ameazan con apedrar a imprenta de Soto Freire para lle impedir que publique, no seu Almanaque, o cadro de costumes de Rosalía “El Codio” (texto que ninguén coñece).
1865: “Las literatas (Cartas a Eduarda)”, artigo sobre a condición feminina, en Almanaque de Galicia (Lugo).
1866: ‘Ruinas’, novela publicada por entrega en El Museo Universal de Madrid.
1867: Publica a súa novela máis longa e ambiciosa: ‘El caballero de las botas azules’.
1868: Murguía é nomeado director do Arquivo de Simancas, cargo que exercerá ata 1870.
Nace a segunda filla en Santiago (Rúa Callobre, 40), Aura, que finará en Carmona en 1942.
1869-1870: En Simancas escribe grande parte do poemario ‘Follas Novas’. A finais de 1870 e inicios de 1871 reside en Madrid (Claudio Coello, 13- 3º) e coñece a Bécquer.
Murguía é trasladado ao Arquivo do Reino de Galicia e a familia pasa a vivir na cidade da Coruña.
1871: Reside co seu home na Coruña ata 1874. Nacen en Lestrobe os xemelgos Gala e Ovidio. Gala finou en 1964. Ovidio, que foi pintor de certa calidade, finará na Coruña en 1900.
1872: Segunda edición de ‘Cantares Gallegos’ (Madrid) que contén 4 poemas máis. É a única reedición, en vida, dun libro de Rosalía.
1873: Nace na Coruña, Príncipe 3-2º (hoxe Padilla) Amara, que finou na mesma cidade, en 1921.
1875: Nace en Santiago (Senra, 17 principal) Adriano, que faleceu ao caer dunha mesa 19 meses despois.
1877: Nace morta en Santiago Valentina.
1878-1879: Vive en Santiago, primeiro en Altamira 2 e, despois en Hórreo 9.
1880-1881: Mentres Murguía está en Madrid, Rosalía alterna a súa residencia en Santiago con estancias en Lestrobe.
1880 Publícase ‘Follas Novas”, obra que a consagra como poeta galega.
A Matanza, Padrón, lugar do falecemento
1881: Publicación de ‘El primer loco’, co apéndice de “El domingo de Ramos”. Tamén neste ano asina en Lestrobe varias entregas co título de “Padrón y las inundaciones”.
1882-1883: Publica un número considerable de poemas casteláns na Ilustración Cantábrica (Madrid) e en La Nación Española (Buenos Aires) que recollerá no libro ‘En las orillas del Sar’. Polo menos desde 1883 vive no lugar de A Matanza (Padrón) na que, desde 1972, é Casa-Museo gobernada pola correspondente Fundación.
1884: Publica o seu último libro de poemas: ‘En las orillas del Sar’.
1885: Fina aos 48 anos de idade o 15 de xullo. O certificado de defunción consigna: “…a consecuencia de una degenaración cancerosa del útero”. É soterrada o día 16, en Iria Flavia, no cemiterio de Andina que ela cantara en célebre poema “O simiterio de Adina / n´ hai duda que é encantador…”.

1891: O 25 de maio foi exhumado o seu cadáver e levado solemnemente a Santiago, onde foi sepultado ao día seguiente no mausoleo creado ad hoc polo escultor Jesús Landeira, sito na capela da Visitación do Convento de San Domingos de Bonaval, hoxe Panteón de Galegos Ilustres.