Primeira edición |
Fue el marido de
Rosalía, Manuel
Murguía, quien gestionó, sin el permiso de su mujer, la publicación
de este poemario que fija el comienzo de una nueva etapa para la poesía
gallega.
En el prólogo, la autora confiesa
su idea de desarrollar las cantigas populares gallegas emulando el Libro de los cantares de Antonio
Trueba, pues su quehacer poético está constituido por glosas de cantares o dichos populares. Así
pues, todos los poemas, excepto dos (Campanas de Bastabales y Como chove
Miúdiño), son glosas de cantares, procedimiento este que también aparecerá, aunque
con poca relevancia, en Follas Novas. Algunas glosas están
escritas en metros populares ("Miña casiña";
"Vivir para ver"; "¡Padrón...!, ¡Padrón!"...) y otras no
("Cada cousa no seu tempo"; "Eu por vos"...).
Todos los críticos
consideran que Cantares Gallegos supera los riesgos de la paráfrasis,
manteniendo el encanto de la copla glosada sin convertirse en un texto
inexpresivo.
Composición.
El libro esta
enmarcado entre los poemas 1 y 36, que son prólogo y epílogo. Rosalía los pone
en boca de una alegre muchacha campesina que es solicitada para que cante a
Galicia en lengua gallega, y al final se excusan modestamente por la falta de
gracia de su canción. Rosalía cede la palabra a esta muchacha cantora la cede a
su vez a distintos tipos populares de los que se pueden distinguir hasta 3 yoes
superpuestos: el yo del personaje que hable, el de la muchacha cantora y el yo
de Rosalía.
El tema amoroso
puede desarrollarse mediante el dialogo del galán y la niña, y así ocurre en
los poemas 4, 26 y 27. También son diálogos, pero no de amor los números 3 y 5.
Hay un grupo de poemas de costumbres, humos y sátira que aveces son claramente
monologados, y otras pueden ser considerados como expresión directa de la
autora o de su pálida intermediaria. Formamos este grupo con los números, 6, 7,
8, 13, 16, 20, 21, 24, 30, 32 y 34. Importancia capital para la significación
del libro tiene unos poemas de carácter social, números, 15, 17, 18, 28 y 29
puestos en boca de diversos personajes distintos de Rosalía, excepto el 28
donde Rosalía responde sin disfraz alguno a Ruiz Aguilera. La "Alborada",
35, único poema que no se apoya en letra alguna, resulta por eso extraño a la
economía de los cantares. No supone ningún yo ficticio como soporte vocal.
Parece no estar regido por ninguna razón estructural.
Métrica.
En los cantares
hallamos manifestaciones de dos sistemas métricos distintos: el puramente
rítmico, basado en la acentuación y el fundado en el cuento de las sílabas.
Pertenecen en principio al primero los composiciones números, 1, 27, 30, 32,
que utilizan el verso llamado de muñeira. Dentro del sistema de sílabas
contadas dominan las formas populares de arte menor: romances de versos de 8,
7, 6 y 5 sílabas; cantar popular; triadas y seguidillas.
Lengua.
La lengua gallega
había dejado de ser una lengua literaria y se había reducido al uso oral. En
los documentos oficiales también había ido dejando de emplearse, no por
imposición del castellano como lengua oficial, sino como consecuencia de la
invasión del país por la nobleza forastera. Con la intervención de la potestad
real para poner fin a las luchas feudales, se acentúa la presencia en Galicia
de autoridades y escribanos castellanos. El idioma que tenían a su disposición
los iniciadores del Renacimiento romántico era una lengua dialectal
empobrecida. En esa lengua, escribió Rosalía es una lengua viva pero no pura,
influida por el castellano.
Los cantares
gallegos no fueron escritos con una finalidad puramente estética ni siquiera
son producto de una mera actitud sentimental o nostalgia ante el país nativo.
La intención que persigue la autora es la apología de su tierra y de su lengua.
Se propone demostrar, que el paisaje y las costumbres de Galicia son
encantadores y que su idioma no es el que groseramente parodian.
Critica.
La crítica,
española y extranjera, ha aceptado unánimemente los Cantares como una obra
maestra. Las reservas que en determinados momentos suscitaron Follas novas y En
las orillas del Sar, o el olvido en que fueron envueltas las novelas de nuestra
escritora no alcanzaron nunca a la obra que estamos estudiando.
Si los cantares
adquirieron enseguida, y mantuvieron siempre su posición de libro clásico
dentro de la literatura gallega, no es menos cierto que la evolución de las
ideas literarias acabó por invertir, el orden de valoración de las obras de
Rosalía, colocando su lírica subjetiva en un plano de interés más elevado y
alejando los Cantares de la atención crítica. Los Cantares se incuban en el
clima del realismo naciente, aún no desprendido de un cierto realismo
romántico. Este clima persistió en la literatura gallega hasta el final de la
primera guerra mundial. Rosalía proyectaba sus cantares gallegos como el
reflejo poetizo de su tierra. El libro nos presenta con gran riqueza la vida
aldeana, que Rosalía conocía muy bien. Los cantares no son fundamentalmente
lírica sino más bien épica, una epopeya popular de ambiente, con héroes
populares individuales que reflejan diversas facetas del héroe que es le
Galicia campesina. Se trata de una épica democrática, de la que esta proscrita
la clase señorial.
I
Has de
cantar,
meniña
gaitera;
has de
cantar,
que me
morro de pena.
Canta,
meniña,
na beira da
fonte;
canta,daréiche
boliños do
pote.
Canta,
meniña,
con brando
compás,
daréiche
unha proia
da pedra do
lar.
Papiñas con
leite
tamén che
daréi;
sopiñas con
viño,
torrexas
con mel.
Patacas
asadas
con sal e
vinagre,
que saben a
noces.
¡Que ricas
que saben!
¡Que feira,
rapaza,
si cantas
faremos...!
Festiña por
fora,
festiña por
dentro.
Canta, si
queres,
rapaza do
demo;
canta, si
queres;
daréiche un
mantelo.
Canta, si
queres,
na lengua
que eu falo.
Daréiche un
mantelo.
Daréiche un
refaixo.
Co son da
gaitiña,
co son da
pandeira,
che pido
que cantes,
rapaza
morena.
Co son da
gaitiña,
co son do
tambor,
che pido
que cantes,
meniña, por
Dios.
II
Así mo
pediron
na beira do
mar,
ó pe das
ondiñas
que veñen e
van.
Así mo
pediron
na beira do
rio
que corre
antre as herbas
do campo
frorido.
Cantaban os
grilos,
os galos
cantaban,
o vento
antre as foias
runxindo
pasaba.
Campaban os
prados,
Manaban as
fontes
antre
herbas e viñas,
figueiras e
robres.
Tocaban as
gaitas.
Ó son das
pandeiras
bailaban os
mozos
cas mozas
modestas.
¡Qué cofias
tan brancas!
¡Qué panos
con freco!
¡Qué
dengues de grana!
¡Qué
sintas! ¡Que adresos!
¡Qué ricos
mandiles!
¡Qué verdes
refaixos!
¡Qué feitos
xustillos
de cor
colorado!
Tan vivos
color